Insatisfacción crónica. Eso me dijo que tengo mi psicóloga: insatisfacción crónica. Sufro de algo que me deja todo el tiempo afuera de todo. No son los otros los que te apartan, sos vos misma la que te retirás, algo así me dijo. Y yo me quedé callada. Asentí. Puede que sí, puede que tenga razón.
Mi hermano menor menor está saliendo a bailar a matineés (una palabra tan extraña por otra parte), y a veces me ataca el instinto maternal: el nene está creciendo. Qué le vamos a hacer.
Soñé con el bailarín de tango, pero no recuerdo bien qué. Últimamente, al despertar tengo los sueños todavía muy vívidos en mi mente, pero siempre me da fiaca tomar un cuaderno y anotarlos, entonces termino por olvidarlos unas horas después.
A veces me dan ganas de decirte: te extraño. Pero hay cosas que mejor no decir a menos que uno esté totalmente seguro. Eso no me sucede a mí con mi desorientación emocional. Entonces no te digo nada. Aunque me genere celos la chica que te escribe que pueden ir al teatro juntos. Infantilismo puro: al teatro va conmigo, ok?
Pasar los domingos acostada y tener sueño todo el tiempo. Ya no sé qué hacer. Cuando me digo que es demasiado tiempo horizontal, me levanto y preparo mate (porque ahora que estuve practicando, me sale mejor, que igual no es bien, pero algo es algo), miro el barrio desde el lavadero y respiro el viento que sopla desde el norte y me da en la cara.
Mis pocas ganas de estudiar, de ir a clase, de trabajar en grupo, de socializar con un mundo tan escolar que aburre. El miedo que me da volver a mi ansiedad intempestiva. La angustia incipiente, pero certera: algo anda mal. Pero no sé si (ahora) quiero descubrir el velo. Quizás es mejor no preguntarse tanto todo y seguir. Vivir y ver qué pasa. El riesgo, en todo caso, es no sentir. Clarice habló de eso en una de sus crónicas en el Jornal do Brasil, escribió a propósito de lo que le dijo una mujer en un ascensor: más vale sentir dolor que no sentir nada.
Quizás es así.
Comentarios
más allá de eso... que turrita tu psico.