Paisaje de desván de cosas inconclusas y ya viejas arrumbadas sin orden. La luz dorada de la tarde de verano lo vuelve bello como una mano muerta. El andén silencioso sin los trenes. Tu Citroen estacionado afuera. Si esto fuera una película francesa vendríamos huyendo de algo. Nos sentamos en el bar casi desierto por donde el tiempo hace veintiséis años que no pasa. Las paredes son de un verde espeso, como en un óleo y los espejos parecen aguas estancadas. En el silencio antiguo, el tiempo se ahonda y reconozco, en los bananeros iluminados por el sol al otro lado de las vías de maniobras, un lugar de mi infancia. La puerta del bar enmarca ese fragmento de otro tiempo que aquí, al sur de todo, se ha conservado intacto. Allá está la cortina de tiras de hule de cuyas estrías guardo un recuerdo táctil. Aquellas cortinas venían multicolores y hacían "flap, flap, flap" cuando se las atravesaba a gran velocidad y baja altura siendo niños, sin una imagen que...