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Mostrando entradas de 2017

La buena vida

Estás parado junto a la ventana. Afuera hay una nube de vidrio que parece un corazón. Los suspiros del viento son como cuevas entre tus palabras. Sos el fantasma en ese árbol de afuera. La calle está en silencio. El tiempo, de la misma manera en que el mañana y que tu vida, parcialmente está acá, parcialmente en el aire. No podés hacer nada. La buena vida llega sin aviso: erosiona los climas de la desesperación y se presenta, a pie, de incógnito, sin ofrecerte nada, y vos estás ahí.  Mark Strand

De las flores

De las flores viene esta bolsa de papel madera con los duraznos que le compramos al chico al borde de la ruta donde llegamos siguiendo los carteles que decían Duraznos. De las ramas cargadas, de las manos, de la dulce camaradería de los cestos viene el néctar hasta el costado de la ruta, los suculentos duraznos que devoramos, con piel, polvo y todo, viene el familiar polvo del verano, el polvo que comemos. Oh, llevar lo que amamos hacia adentro, llevar dentro nuestro un huerto, comer no sólo la piel, sino también la sombra, no sólo el azúcar sino los días, tomar la fruta con las manos, adorarla y luego morder dentro del redondo júbilo del durazno. Hay días que los vivimos como si la muerte no estuviera en el patio de atrás; de alegría en alegría en alegría, de un ala a otra, de una flor a otra flor a una flor imposible, a una dulce flor imposible. Li-Young Lee

Gansos Salvajes

No hay por qué ser buenos. No hay por qué caminar por el desierto de rodillas incontables kilómetros, por arrepentimiento. Sólo hay que dejar que el animal suave del cuerpo ame aquello que ama. Hablame de tus penas, yo te cuento las mías. Sigue su marcha el mundo mientras tanto. Por el paisaje, mientras tanto, el sol y los claros guijarros de la lluvia, se mueven, por los prados y los frondosos árboles las montañas y ríos. Y los gansos salvajes, mientras tanto, por el limpio aire azul volando alto emprenden el regreso. Y vos, seas quien seas, sin importar cuán solo te sentís, el mundo se le ofrece a tu imaginación, te llama como llaman esos gansos salvajes, enérgicos y ásperos, anunciándote una y otra vez el lugar que ocupás en la familia de las cosas. Mary Oliver
El conocer Después, cuando ya dormimos el coma del paraíso y nos despertamos, nos quedamos un rato largo mirándonos. No sé qué verá él, pero yo veo unos ojos de ternura insuperable y calma, una calma como la dignidad de la materia. Amo el mar abierto azul-verde-gris de su iris, amo su curva contra lo blanco, la curva que al mirarla me hace acabar, cuando está casi quieto, muy hondo dentro de mí. Nunca vi una curva como esa, salvo la de la tierra desde el espacio exterior. Yo no sé de dónde sacó  esa amabilidad sin soberbia, casi sin ego, y  a pesar de eso  eligió  a una mujer entre todas. Conociéndolo, conozco la pureza del animal que  se aparea de por vida. A veces sonríe apenas, pero más que nada me mira mirarlo, con el rostro entero iluminado. Amo  ver   cómo cambia cuando lloro – no hay inquietud, ni pena, ni reflejo más serio. Si estamos boca arriba, acostados uno al lado del otro, cara a cara, puedo oír una lágrima de mi párp

Curitas

Le pusiste una curita a la ventana para tapar el sol. La curita se despegó y ahora podés ver con claridad cuál es la curita cuál el sol cuál la herida. Belén Inanuzzi

no hay tiempo no hay hora no hay reloj

20

A veces comprendemos algo entre la noche y la noche. Nos vemos de pronto parados debajo de una torre tan fina como el signo del adiós y nos pesa sobre todo desconocer si lo que no sabemos es adónde ir o adónde regresar. Nos duele la forma más íntima del tiempo: el secreto de no amar lo que amamos. Una oscura prisa, un contagio de ala nos alumbra una ausencia desmedidamente nuestra. Comprendemos entonces que hay sitios sin luz, ni oscuridad, ni meditaciones, espacios libres donde podríamos no estar ausentes. Poesía Vertical III R. Juarroz

IX

En la canción concisa, de una sola nota, apretada en la rápida explosión del trueno, ahí nace y muere la vida. Fugaz -esto ya sé que se dijo- como la luz de las luciérnagas, como un guiño, un roce, una pulsión, como el chasquido del beso que partió del labio o una desesperación cualquiera. Lo dicen, hace siglos lo dijeron. Ahora bien, yo creo que hecha del fermento de los frutos más dulces o de una pasta acre y terrible, resaca de la sangre sucia, la vida pasa pero no se va, se queda retenida para siempre, acá en el universo, como la Memoria. Así la carne de tu cuerpo y tu rebullir, leve como la pluma, grávido como el núcleo metálico de un planeta gaseoso. Pasás y estás, y estás porque pasás, -y así es con todo-, y hundís una raíz como una pata enorme que se complace con el [ barro quedándote: hoy, una cabellera en llamas que remonta la almohada, brazos que son colas de cometas semillando la luz, boca, tu boca, ese gran temblor, esa colmena; mañana, una nodriz

me dicen que falta para lo mejor

Los ángeles bajan en el anochecer

Los ángeles bajan en el anochecer y se extienden por las fachadas que al poniente dan, tan tal duzura flotante, musical, que da miedo, miedo por ellos, a pesar de sus alas y de la indiferencia inclinada del pueblo. En el campo se está tranquilo. Se confunden, juegan acaso, conversan con los pájaros que vuelven, circular entre los sonidos de las esquilas, y sonríen a los silbidos lejanos. Se posan como pájaros espectrales sobre un caballo blanco o una vaca blanca, puros de la penumbra baja, y, casi fluida. Y se fijan al fin, se adhieren, ¿hasta cuándo? a la pared encalada de un rancho posado sobre la loma. ¡Oh, el rancho celeste sobre la loma, flotando hacia el azul triste, anochecido, del oriente! Juan L. Ortiz

Tal vez no importe tanto

Tal vez no importe tanto, tu cara se borra sola. Hay muchas caras en mi vida que viven borradas quién sabe hasta cuándo. Se han borrado poco a poco, pero en el momento menos esperado, y a veces en el menos indicado, vuelven a aparecer por un brevísimo instante para sumergirse enseguida en el “¿dónde estarás ahora?” con un intenso sobresalto de mi parte… Hay días mucho más chicos que otros. Y hay días muertos, descolgados, inútiles, días que crecen y mueren sin esperanza. El rostro borrado aparece de pronto y es, al mismo tiempo, el mismo y otro, siempre dispuesto a borrarse para aparecer otra vez pero, ¿cuándo? La música corre como el agua pero se borra en el aire. Es difícil acordarse del invierno en verano y del verano en invierno, evocar una melodía remota a la deriva en el tiempo pasado. Es difícil salvar del olvido un rostro, una cara que se ha borrado y que aparece el día y el momento menos pensado. Si uno pudiera manejar la cosa, es decir ma
III nunca llegamos a tiempo nunca entendemos la precisión de aquello que nos lleva la velocidad del polvo que nos trajo el agua que se pierde en otro fuego no podemos nivelar el pensamiento con la acera que todos caminamos vemos el reflejo apenas que nos roza con alguna duda con algún espanto hebra sutil que nos completa en ese rincón donde vivimos escondidos V no sueño escribo sobre velos tartamudeo con los amigos cruzo lluvias y plagas reconstruyo asperezas puedo decir que no y morder lo que resta de luz necesito otra puerta para escapar para volver la duda queda un paso atrás y algunos hacen silencio pero no puedo preguntar pierdo mi turno y ahogo ruido en una prosa ajena hay que salir digo hay que salir para no esperar XIII atrapado en este incidente espacial miro al cielo con desconfianza no sé si las cosas van hacia adelante o hacia atrás no sé si todo se repite si el asombro es un pequeño horizonte de suceso si hay que darle sentido a esta vaguedad

for all the love you've left behind

TACTO

Tenés que mandarme libros te digo libros pequeños que puedan llegar por correo y no te cuesten mucho dinero libros en los que se escriban dedicatorias tan tristes como sus autores libros en los que escondás a veces la foto que te hiciste con tu nueva pareja frente algún monumento sin nombre pero no te olvidés de mí ni de mandar libros llenos de palabras ya me dirás que te gustaría que yo conociera a tus hijos tu calle el atardecer porteño yo solo quiero libros que lo digan todo tal vez en algún momento te pregunte sin mucha convicción qué hubiera pasado si y no reciba cartas tuyas por un buen tiempo ya sea porque la encontró tu marido o trataste de esconder las cosas que nunca funcionaron pero por favor mandame libros escribí tu nombre en ellos dejame saber que has tocado algo que ahora me pertenece  William Eduarte Briceño
Conté con los dedos de mi mano las veces que tuve, no las que amé. Las yemas de los dedos se quedaron mirándome, las líneas de la mano rieron (¿amé lo que tuve? ¿Quise decir quiero un poco de esto o de aquello, gané, perdí semejante generosidad?). Ahora que me aferro a lo que tengo _como a un poco de nada_, veo líneas que una burla desecha, y lenta, tiernamente abro el puño, dejo caer la arena, vuelvo a tomarla. Irene Gruss

Pasa un avión

Justo arriba mío cuando levanto la vista pasa un avión. Lo veo volar lento cruza por el cielo la entrada del patio y sé que allá mantiene la potencia de su velocidad. Veo la línea fina como de hielo que deja en el celeste del mediodía. Desde acá abajo percibo tan distinta la distancia. Es como contarte esto mientras no estás o no poder decirte nada como ahora, que el sol da de lleno sobre las plantas y te digo mirá qué lindas las hojas y no digo nada más y el agua que cae sobre las macetas dibuja la misma línea que en el cielo dejó el avión. Natalia Romero de "Nací en Verano", 2014

te vas a acordar del verano

Lo luminoso que se ve de noche

     En las épocas míticas salía sola de noche:      salía al patiecito y pisando la maceta      trepaba hasta la medianera y me sentaba      a interrogar los cielos desde lo más profundo      del corazón de Villa Crespo. Porque si antes      las estrellas señalaban el camino en el mar      tal vez ahora esta galaxia de neones,      resplandores de hielo, ventanucos de baño,      rayos móviles provenientes de ferias,      la cautivante sincronización      de las luces de pasillos de edificios      pudiera sugerirnos variar unos centímetros      el recorrido, a ver dónde llegamos.          Un helicóptero en un cielo negro      es su luz blanca y su sonido jadeante. Laura Wittner

XV

En el rincón  aquel, donde dormimos juntos tantas noches, ahora me he sentado a caminar. La cuja de los novios difuntos fue sacada, o talvez qué habrá pasado.       Has venido temprano a otros asuntos, y ya no estás. Es el rincón donde a tu lado, leí una noche, entre tus tiernos puntos, un cuento de Daudet. Es el rincón amado. No lo equivoques.       Me he puesto a recordar los días de verano idos, tu entrar y salir, poca y harta y pálida por los cuartos.       En esta noche pluviosa, ya lejos de ambos dos, salto de pronto... Son dos puertas abriéndose cerrándose, dos puertas que al viento van y vienen sombra                      a                      sombra. César Vallejo
sobre el techo de mi casa creció un árbol se posan los pájaros una mujer sueña bajo sus ramas a veces los niños me preguntan ¿y las raíces? me toco el pecho y respondo soy yo Gustavo Borga  

Another One

Paterson (2016) When you’re a child you learn  there are three dimensions: height, width, and depth. Like a shoebox. Then later you hear there’s a fourth dimension: time. Hmm. Then some say there can be five, six, seven…  I knock off work,  have a beer  at the bar. I look down at the glass and feel glad.  Ron Padgett

Estanque

Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe

XXIX

Zumba el tedio  enfrascado bajo el momento improducido y caña.       Pasa una paralela a ingrata línea quebrada de felicidad. Me extraña cada firmeza, junto a esa agua que se aleja, que ríe acero, calla.       Hilo retemplado, hilo, hilo binómico ¿por dónde romperás, nudo de guerra?       Acoraza este ecuador, Luna. César Vallejo

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