Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza
se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen
profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene,
el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven,
el perro moribundo tirado al costado de la ruta,
las ramas más jóvenes del ceibo
que el temporal derriba, la serpiente de coral
emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí
y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía
en el monte espeso. Para quienes fueron dañados,
todo lo que llega después del daño
es una gracia. Alguna vez vadearon la vida
como si fuera un estanque lleno de alimañas,
peligroso en la superficie y en el fondo,
hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes.
Los que no tienen nada que perder
entienden la serenidad con que la materia cesa
de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad
ni cobardía en ese dejarse ir
que aún en medio del dolor crea puntadas
de consuelo: quien fue lastimado
una y otra vez sabe que hasta lo que nos mata,
en el momento de chocar con nosotros, produce
un encuentro, y es sagrado encontrarse y es raro
y merece que seamos valientes.
Claudia Masin
de "La Cura", 2016
Comentarios