Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2018

Yo, la incesante nieve

La hamaca te llevaba y te traía en la tarde. Lo recuerdo como si no te estuvieras por ir a Alemania para hacer algo con tu vida, como decías vos. Yo te veía ir y venir, y tenía la impresión de que le robabas algo al tiempo, buscando las pruebas de su existencia porque ¿quién entiende bien cómo pasa tan rápido una tarde o un año? De vuelta en casa, preparaste un submarino, tus ojos parecían los de una fiera dando vueltas alrededor del fuego. En ese momento sentí oscuramente que aquello que podríamos llamar “aprovechar el tiempo”, para vos era una abstracción, un vaivén que no nos toca, y entonces pensé: ¿Por qué no ver al tiempo como otra barra de chocolate disolviéndose en tu taza, como algo que una cucharita podría atravesar una y otra vez dejándonos un resto dulce en las tazas aún tibias? Tomás Maver

67

Una hebra más delgada que el pensamiento, un hilo con calibre de nada, une nuestros ojos cuando no nos miramos. Cuando nos miramos nos unen todos los hilos del mundo, pero falta éste, que sólo da sombra a la luz más secreta del amor. Después que nos vayamos, quizás quede este hilo uniendo nuestros sitios vacíos. Poesía Vertical II R. Juarroz

Destino

Hay cuatro cuadras de distancia hasta vos y yo voy trazándolas con mis pies en la vereda dibujando pseudo caminos por donde llegar de forma más rápida en caso de que me arrepienta una lumbre milimétrica se clavará en mi descuido como un desierto de agua, gigante y violeta para sanar con su sal dicen, los dolores del cuerpo, los huesos el incierto arduo en la desolación de la tardecita al menos hay diez formas distintas de volver desde ahí la decisión es espontánea siempre cae sobre nuestros pasos apago los márgenes para no tener más límites rozo el rojo y roto, resquebrajante sonido de tu voz como si fuera un arpa dulce cada casa es como una almena cada prisma que corona nuestros muros para resguardar el camino los reyes hambrientos de nuestros yo buscan el escape en una alcantarilla chiquita, desapercibida el viento sacude los matorrales calmos de la ribera todas nuestras pieles aturdidas bruscas, sin entender. Ana Claudia Díaz de "Una cartografía