I señor, vos le diste a mi hermano un ford falcon rojo para llegar a la casa de la niebla y después qué le dijiste? le explicaste que el camino estaba cortado? ¿que el motor estaba roto? ¿que todo estaba roto? ¿que no había vuelta? ¿qué hiciste, cómo para convencerlo? para que te diera la mano se sentara en la sillita de mentira dejara que la oscura hostia de tu nombre le llegara a la boca ¿o le metiste una piedra? o una moneda, un gancho, un papelito de dónde lo enmudeciste, lo hiciste olvidar olvidarnos qué señas le habrás hecho para que en vez de volver a casa apagara el motor del falcon se escurriera de la sedosa perfección del cuero de la música en la radio del ronroneo cachondo del auto y se bajara con vos para ir adónde ¿a cazar pajaritos? ¿a ver el dorado pasto extinguirse tras el fuego del invierno? ¿a romper el cristal del agua para que beban las crías? o era verano, quizá por entonces y le diste el agua peligrosa de tu cielo entra...