El domingo está desierto. La calle se alarga sin finalidad precisa. Detrás de las paredes la vida parece haber agotado su última oportunidad. Llamo al azar en algunas puertas y nadie acude. La población entera ha abandonado el planeta en automóvil. La historia ha concluído aquí. Las empresas humanas han hecho el ridículo. ¿A quién llamar por teléfono? ¿Por quién morir? ¿A quién apelar con esta mentira? Si este simulacro durara demasiado, recordaría que una vez tuve un destino y hasta un entusiasmo y que la razón de estar vivo estaba en los otros. Y no quiero imaginar mi pánico si buscando la prueba absoluta de este mundo vacío encendiera la radio portátil y me respondiera el silencio universal. Si la llegada del hombre había sido un producto casual su partida es una fuga que me excluye para que deambule como un muerto que sabe que está muerto en un domingo infinito. J. Giannuzzi