Hay cosas que no podés alcanzar. Pero sí tender la mano hacia ellas, el día entero. El viento, el pájaro echando a volar. La idea de Dios. Y puede mantenerte tan ocupada como cualquier otra, y más contenta. La víbora se escabulle, el pez salta, como capullo de lirio, fuera del agua y vuelve a sumergirse; los jilgueros cantan en la cima inalcanzable del árbol. Miro; de la mañana a la noche nunca dejo de mirar. Mirar quiero decir, no solo estar ahí, sino estar ahí como de brazos abiertos. Pensando: quizás algo va a llegar, un luminoso remolino de viento, unas cuantas hojas de algún árbol: todos forman parte de esto. Y ahora voy a decirte la verdad. Todo en el mundo llega. Se acerca, al menos. Y con cordialidad. Como pica el pez de ojos de oropel, como la víbora se desenrosca, como los jilgueros, muñequitos revoloteando oro en los márgenes del cielo de Dios, el aire azul. Mary Oliver Trad. Mariángel Mauri