El aire arrastra olor a tierra y la tensión al máximo de su límite eriza: puede ser que llueva que un rayo caiga justo acá y lo parta todo que una chispa sea el incendio que reduzca a cenizas lo conocido. Los pájaros errarán en busca de un cielo abierto los animales entibiarán su sangre a mordiscos suaves los árboles se combarán flexibles hasta tocar el piso. ¿sabremos, nosotros, sobreponernos al imprevisto abandonarnos al viento, a la crueldad de las costas en revuelta que nos impiden aproximarnos a la orilla? Matilde Méndez