El conocer Después, cuando ya dormimos el coma del paraíso y nos despertamos, nos quedamos un rato largo mirándonos. No sé qué verá él, pero yo veo unos ojos de ternura insuperable y calma, una calma como la dignidad de la materia. Amo el mar abierto azul-verde-gris de su iris, amo su curva contra lo blanco, la curva que al mirarla me hace acabar, cuando está casi quieto, muy hondo dentro de mí. Nunca vi una curva como esa, salvo la de la tierra desde el espacio exterior. Yo no sé de dónde sacó esa amabilidad sin soberbia, casi sin ego, y a pesar de eso eligió a una mujer entre todas. Conociéndolo, conozco la pureza del animal que se aparea de por vida. A veces sonríe apenas, pero más que nada me mira mirarlo, con el rostro entero iluminado. Amo ver cómo cambia cuando lloro – no hay inquietud, ni pena, ni reflejo más serio. Si estamos boca arriba, acostados uno al lado del otro, c...