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Mostrando entradas de septiembre, 2018

La lluvia

Viste cómo llueve? Llovió casi toda la noche y a cada cierto tiempo yo te hablaba, estuvieras donde estuvieras, aunque fuera en el extremo más inalcanzable de la tierra. Cuando llueve así, toda la noche, te decía pareciera que el mundo fuera a desprenderse de su eje, pero la sorpresa más inmensa es que el vendaval termina y todo permanece como estaba, apenas un poco de desorden que lentamente se transforma en armonía. Desde niños, vivimos sobreviviendo a catástrofes como esa, a los efectos de lo que tendría que haber pasado y no pasó: que la casa se inunde y nuestras cosas se pierdan arrastradas por la marea sucia, entre piedras y palos y restos de animales, un desperdicio más de lo que hasta entonces ha sido nuestra historia, los objetos que confirman que somos seres físicos y no un soplo filtrándose desde afuera de esa vida brutal de la materia que no se detiene jamás para incluirnos. Soñaste alguna vez, cuando llega la violencia del aguacero, con que el río se sal...

Beso del sol

Si, como dicen, la poesía es un signo de algo entre la gente, dejemos algo concertado desde ahora entre nosotros, mientras todavía somos gente: que al final de los tiempos, que también son el final de la poesía (y del trigo y del mal y los insectos y el amor), cuando toda la raza humana se reúna en carne y hueso, reconstituida hasta el pliegue más ínfimo y la uñita más diminuta del bebé, yo voy a estar parada al borde de aquella multitud insondable con una naranja para vos, reconstituida hasta su semilla más íntima, protegida por filamentos blancos, en caso de que tengas sed, lo cual no pareciera ahora mismo una suposición descabellada, y aunque entonces no habrá poesía entre nosotros, y al final de los tiempos, con los gansos extintos con los mares, espero que la aceptes, y recuerdes en la tierra que yo no sabía tocarla, todo estaba en carne viva, y si acaso la multitud no tiene bordes ni otra cosa de la que yo pueda ser parte, voy a agarrar la naranja y tirarla par...

El momento

Ah, ese momento salido de la nada cuando   nada sucede ninguna lista de cosas por hacer tal vez   por un segundo se detiene el tránsito. El zumbido del tengo que, tengo que, tengo que decrece hasta el silencio, las cortinas blancas de algodón cuelgan inmóviles. Marie Howe Trd. Laura Wittner