Si, como dicen, la poesía es un signo de algo
entre la gente, dejemos algo concertado desde ahora
entre nosotros, mientras todavía somos gente: que
al final de los tiempos, que también son el final de la poesía
(y del trigo y del mal y los insectos y el amor),
cuando toda la raza humana se reúna en carne y hueso,
reconstituida hasta el pliegue más ínfimo y la uñita
más diminuta del bebé, yo voy a estar parada al borde
de aquella multitud insondable con una naranja para vos,
reconstituida hasta su semilla más íntima, protegida
por filamentos blancos, en caso de que tengas sed, lo cual
no pareciera ahora mismo una suposición descabellada,
y aunque entonces no habrá poesía entre nosotros,
y al final de los tiempos, con los gansos extintos con los mares,
espero que la aceptes, y recuerdes en la tierra
que yo no sabía tocarla, todo estaba en carne viva,
y si acaso la multitud no tiene bordes
ni otra cosa de la que yo pueda ser parte, voy
a agarrar la naranja y tirarla para arriba lo más alto que pueda.
Mary Ruefle
Trad. Zaidenwerg.
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