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Mostrando entradas de agosto, 2020

Aunque se borren todos nuestros rastros igual que las bujías en el amanecer...

Aunque se borren todos nuestros rastros igual que las bujías en el amanecer y no puedas recordar hacia atrás, como la Reina Blanca, déjame en el aire la sonrisa. Tal vez seas ahora tan inmensa como todos mis muertos y cubras con tu piel noche tras noche la desbordada noche del adiós: un ojo en Achernar, el otro en Sirio, las orejas pegadas al muro ensordecedor de otros planetas, tu inabarcable cuerpo sumergido en su hirviente ablución, en su Jordán de estrellas. Tal vez sea imposible mi cabeza, ni un vacío mi voz, algo menos que harapos de un idioma irrisorio mis palabras. Pero déjame en el aire la sonrisa: la leve vibración que azogue un trozo de este cristal de ausencia, la pequeña vigilia tatuada en llama viva en un rincón, una tierna señal que horade una por una las hojas de este duro calendario de nieve. Déjame tu sonrisa a manera de perpetua guardiana, Berenice.   Olga Orozco

LA CRISIS ES EL CUERPO

Ahora que otra vez estás enfermo, ya sé dónde encontrarte. El cuerpo hundido entre los huecos del sillón, una mano abajo de la cabeza, la cara envuelta en sombras. Como un cucarachero pantanero o un cucarachero sabanero en su nido de pasto seco entretejido. Me gustaría saber cómo es que la abstracción que llamamos Dios decide que estas cosas pasen; ¿te señaló ahí con el dedo y te plantó algo? Un bulto imperfecto, que crece como una papa siniestra. Después del tratamiento, esa vacuna imperfecta contra la muerte, estás dormido. Sin pelo por la quimio, te veo cerrar los ojos, te veo escabullirte adentro de vos mismo como el ladrón que sos que se lleva mi vida. Antes de que te enfermaras, yo le pedía a Dios: “Cualquiera menos él”. Ya ves de qué sirvió. ¿Ahora qué más queda por decir? Jesse Lee Kercheval  Trad. Ezequiel Zaidenwerg