Ahora que otra vez estás enfermo,
ya sé dónde encontrarte.
El cuerpo hundido
entre los huecos
del sillón,
una mano abajo de la cabeza,
la cara envuelta en sombras.
Como un cucarachero pantanero
o un cucarachero sabanero
en su nido de pasto
seco entretejido.
Me gustaría saber
cómo es que la abstracción
que llamamos Dios
decide que estas cosas pasen;
¿te señaló ahí
con el dedo
y te plantó
algo? Un bulto
imperfecto, que crece
como una papa siniestra.
Después del tratamiento,
esa vacuna imperfecta
contra la muerte,
estás dormido.
Sin pelo por la quimio,
te veo cerrar los ojos,
te veo escabullirte
adentro de vos mismo
como el ladrón que sos
que se lleva mi vida.
Antes de que te enfermaras,
yo le pedía a Dios:
“Cualquiera menos él”.
Ya ves de qué
sirvió. ¿Ahora
qué más queda
por decir?
ya sé dónde encontrarte.
El cuerpo hundido
entre los huecos
del sillón,
una mano abajo de la cabeza,
la cara envuelta en sombras.
Como un cucarachero pantanero
o un cucarachero sabanero
en su nido de pasto
seco entretejido.
Me gustaría saber
cómo es que la abstracción
que llamamos Dios
decide que estas cosas pasen;
¿te señaló ahí
con el dedo
y te plantó
algo? Un bulto
imperfecto, que crece
como una papa siniestra.
Después del tratamiento,
esa vacuna imperfecta
contra la muerte,
estás dormido.
Sin pelo por la quimio,
te veo cerrar los ojos,
te veo escabullirte
adentro de vos mismo
como el ladrón que sos
que se lleva mi vida.
Antes de que te enfermaras,
yo le pedía a Dios:
“Cualquiera menos él”.
Ya ves de qué
sirvió. ¿Ahora
qué más queda
por decir?
Jesse Lee Kercheval
Trad. Ezequiel Zaidenwerg
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