Has llorado, en secreto, a los tuyos. Lenta, inexorablemente, los has visto partir alejarse para siempre. Has sentido, en tu corazón, el desprendimiento de una rama que cae. Y luego has borrado las huellas de esas lágrimas, has contenido, en el límite infranqueable, los bordes de tu propio dolor y lo has devuelto a tu pobre vida, a los días siguientes, a las horas, para que permanezca allí. Oculto como una invisible y constante cicatriz. Juan Manuel Inchauspe, Trabajo nocturno