¿En serio dije eso?, preguntás, recién despierta del efecto de los químicos. A veces la voz recuerda sola y dice lo que la memoria silencia, pero esta vez no. Parecías una viajera del tiempo que, venida de un cabaret de los años veinte, aterrizara en una habitación casi vacía, blanca y quieta. Te brillaban a la luz del velador -flacos- los pómulos. Tuve que contarte, como a un recién llegado, las vicisitudes de la casa en tu ausencia. Sólo que en este caso, la casa que habías abandonado era tu cuerpo. Resulta que algo te dolía anoche, dije, de una forma que no era posible, que simplemente no lo era, y decidió el dolor por vos administrarse algún calmante, de ésos que parecen hechos para suspender, junto con el dolor, toda posible noción de ser una persona, y te calman a la vez que te colman de un sueño vacío: campo recién arado en primavera, ni el tallito de una flor asomando queda, todo cortado al ras, un paisaje dormido al que el viento empuja suavemente a un precipi...