Qué locura que el lenguaje casi llegue a significar y qué miedo que no llegue del todo. “Amor”, decimos, “Dios”, decimos, “Roma” y “Michiko”, escribimos, y las palabras se equivocan. Decimos “pan” y significa algo distinto según el país. En francés no hay palabra para decir hogar, y en inglés no hay palabra para el placer estricto. Hay un pueblo en el norte de la India que está desapareciendo porque su antigua lengua no tiene expresiones de cariño. Soñé con vocabularios perdidos que podrían expresar en parte lo que ya no podemos. Tal vez los textos etruscos finalmente puedan explicar por qué las parejas enterradas en sus tumbas sonríen. O tal vez no. Cuando se tradujeron las miles de misteriosas tablillas sumerias, parece que resultaron ser transacciones comerciales. ¿Y si son poemas o salmos? Mi júbilo es lo mismo que doce cabras etíopes en silencio bajo el sol de la mañana. Señor, Tú eres terrones de sal y lingotes de cobre, espléndido como la cebada madura, ágil por la labor del vie...