Volví a encontrarlo muchos años después en un evento que organizaba la empresa en la cual trabajaba. Era un hombre, vestido de traje y corbata. La vida le había deparado un destino muy distinto del que yo hubiese imaginado. Era el vicepresidente de una multinacional muy importante y vivía en un barrio privado. El tiempo nos había cambiado, no lo noté en sus palabras siempre cordiales, sino en su sonrisa. Diez años atrás, hubiésemos escapado apresurados de allí para pasear por las librerías de Av. Corrientes y comer pizza en “Los Inmortales”. Pero ya no, ya no quedaban vestigios del joven desordenado e irresponsable. Podría asegurar que desde que nos despedimos aquella tarde de noviembre en el café La Puerto Rico, él no regresó jamás a robar libros usados ni entró ebrio al cine. Ahora lo llamaban Doctor y conducía un auto último modelo. Me invitó a tomar un café “alguno de estos días” dijo, y me entregó su tarjeta para que lo llamara. Luego sonó su celular y se disculpó por no poder quedarse más tiempo, caminaba hacia la salida cuando se detuvo para decirme “Es bueno verte”. Sonreí.
toda la semana luchando por levantarme temprano y finalmente el domingo (otrora día predilecto de la fiaca y el descanso) me levanto sin despertador a las 07:30 am. no voy a luchar con este signo de la adultez, lo acepto como las primeras líneas de expresión que comienzan a marcar un surco en mi frente (aún me resisto al botox aunque me hice amiga del retinol). hay algo muy bello en el silencio de las mañanas de domingo, en el sol tibio de mayo y la suavidad de esta brisa otoñal. dentro de poco, se cumplirá un año desde que me despedí de Silvestre. todavía no sé si me acostumbro a su ausencia, y a veces pienso que no lo pienso lo suficiente (nigún duelo es lineal). ¿me recordarán aunque no esté muerta? ¿y cuando ya no esté de verdad? ayer inició el ciclo de despedidas de una amiga que se muda de país para estar cerca del hombre que ama. yo también imaginé un futuro así, aunque no prosperó (ya casi no recuerdo ese momento, pero sucedió). no puedo imaginar el vértigo que implicaría ...
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