¿Viste esos pequeños -casi insignificantes- detalles que llenan tu vida de color? Eso me pasa en estos momentos, y sí, puede que sea tonto, pero…¿quién no lo hace? Es inevitable no alegrarte porque hablaron y te sonrió y te dijo que se veían dentro de dos semanas cuando volviera de sus vacaciones. Y no me importa que sea por el hecho de que asisto a sus clases de baile, no; de hecho, me agrada tener un motivo para verlo al menos una vez por semana. No es que me haya olvidado del muchacho que quedó en el Sur, pero comprendan que tiene compromisos porteños previos y debe resolverlos antes de cualquier approach. Mientras deambula el signo de pregunta hasta marzo, yo trato de entretenerme. Claro, girls just wanna have fun.
Pasando a otro tema, acabo de llegar del cine, hoy fue el turno de Expiación. Linda película, la historia está muy bien narrada y las interpretaciones también son impecables. Me gustó la fotografía, sobretodo, la escena de los soldados que esperan la retirada en Francia, con la vuelta al mundo o rueda de la fortuna (como prefieran) de fondo. Pero a pesar de todo, salí con un dejo de melancolía. Supongo que es normal después de tanta escena de guerra sumado al hecho de un amor inconcluso. O quizá es porque yo también quisiera vivir un amor tan apasionado que me desvele, que sea capaz de cualquier cosa por él, tan profundo que no lo olvide jamás, que al perderlo arrase con mi capacidad para amar. Sí, es trágico ver las cosas así, pero a todos nos gusta un poco de drama en nuestra vida. No, no estoy loca (o sí, pero no tanto) y no es que quiera ser la protagonista de una tragedia como la de Píramo y Tisbe, pero sí me gustaría experimentar esa sensación de amor intenso que me invada de desasosiego y al mismo tiempo de felicidad. Sospecho que suena muy complicado y empecé a hablar de cosas simples, así que bla.
Hora de dormir.
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