Malena cierra la puerta de la cocina, enciende el televisor y pone el volumen bien fuerte para Joaquín, que mira divertido un dibujito sobre un chico que pierde a sus padres en la guerra y tiene que ir a vivir a un orfanato donde la directora lo maltrata hasta que él se encuentra con Flor, un hada que vive en la corteza del árbol más antiguo del jardín, y desde entonces es ella quien lo protege y ayuda a combatir a la malvada Helga, quien ahora resbala por las escaleras del orfanato y cae sobre un montón de chinches, lo que hace reír a Joaquín y Malena se contagia de su risa aunque, como siempre le dice su mamá, ahora que ya cumplió once está grande para divertirse con cosas de chicos. Y por eso también tuvo que darle sus muñecas a Catalina, su prima de cinco años, todas salvo Lili, que fue el último regalo que su abuela le hizo antes del accidente que los mató a ella y a su abuelo.
Antes del accidente su mamá y su papá no discutían, iban a la estancia en el campo todos los fines de semana y el abuelo hacía asados, la abuela preparaba tortas y a ella le cocinaba papas fritas. Antes del accidente todo era mucho mejor. Así que no, Lili se queda con ella. Antes de dársela, su abuela le dijo “Tengo una sorpresa para vos: es una muñeca, se llama Lili, pero no es como las demás muñecas de las jugueterías, es especial: te va a cuidar siempre”. Malena entonces no entendió muy bien cómo una muñeca sin vida podía cuidarla, pero de todos modos desde ese día duerme abrazada a Lili cada noche.
Cuando Malena piensa en su abuela y en el accidente quiere llorar, y a veces también se enoja: ¿por qué su abuela tuvo que viajar?, ¿y por qué viajó de todos modos, aún cuando Malena, su llanto, le pedían que no lo hiciera?. En los peores días lamenta que hayan sido sus abuelos y no sus padres los pasajeros de aquel avión, porque así ya no habría más peleas que esconder de Joaquín, que ahora vuelve a reír y festeja cómo Flor acaba de tirar sobre la malvada Helga un balde entero de pintura.
Malena piensa que es una lástima que su hermano no se acuerde de los abuelos, ni de la estancia, ni de las tortas y los asados, porque ella no va a tener con quien hablar de todas esas cosas. Por eso ahora piensa en decirle a Joaquín que va a apagar la tele y le va a contar una historia tan buena como la que él mira. En esa historia hay una estancia, unos asados y una abuela que no viaja en avión y en lugar de eso prepara unas tortas riquísimas.
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