Cuando me deprimo, salgo a caminar, escucho música triste en el mp4 y me pierdo por algún lugar de Caballito. El otro día caminé desde Plaza de Mayo hasta Medrano y Rivadavia, entonces me cansé y decidí que era mejor tomar un colectivo para volver a casa. Ayer la depresión llegó un poco tarde y no daba caminar sola por el barrio a la una de la mañana, así que cociné. Hice una torta de chocolate con crema y frutillas que salió mucho mejor de lo que esperaba y como me sobró crema hice un postre que decidí llamar banana split porque lleva los mismos ingredientes que cualquier banana split de cualquier heladería común y corriente (crema, banana, dulce de leche, y pedacitos de chocolate).
En fin, me acosté a las cuatro de la mañana y todavía no podía dormir. Me sentía una pelotuda importante. La noche anterior había soñado que salía con J.M. (alias el nerd), y por un momento, parecía que al despertar, el sueño iba a ser realidad (por más trillado que eso suene). Qué sé yo, supongo que me siento sola. A veces tengo ganas de creer que algo le intereso y que es tan pelotudo o tímido o algo que no se anima a nada, pero no, todos sabemos que no es así, que las miradas que cruzamos en el curso son sólo alucinaciones mías y que no significan nada de nada.
Con mis amigas hace banda que no nos vemos más que cinco minutos en la puerta del colegio, y aparte ellas tienen problemas en serio. De hecho, mañana voy a acompañar a B. a la clínica donde está internado su abuelo para hacerle reiki a ver si mejora.
El jueves tengo la fiesta de cumpleaños de N., un amigo de la primaria (sí, gracias a Facebook yo todavía tengo un amigo de la primaria aparte de L. que, a esta altura, ya es una amiga de toda la vida), y supuestamente las chicas van a acompañarme. Seguro va a estar el rugbier divino amigo de él, y no tengo ganas de hacerme expectativas porque ya sé que no va a pasar nada (porque nunca pasa nada, y menos cuando una lo necesita) pero, como siempre, las voy a tener, aunque sea un poquito, porque soy así, medio masoquista.
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