Leía el 18 Brumario de Luis Bonaparte, y, como quizás a tantos otros, me hizo reflexionar sobre las siguientes cuestiones: ¿cuántas máscaras somos capaces de tener?, ¿cuántos disfraces usamos en un mismo día?, ¿hasta dónde es posible conocer a alguien? No hablo de decir la verdad y ser honestos -porque incluso disfrazados es posible- sino de las actitudes, de la manera en que nos representamos a nosotros mismos según la situación en la que nos encontremos, no somos los mismos con nuestra familia, con nuestros amigos, con los compañeros de algún trabajo o un curso cualquiera, aunque la esencia sea la misma, siempre seleccionamos qué mostrar y ocultamos el resto, no porque sea necesariamente malo, sino porque reaccionamos de distinta manera según el entorno. No sé qué es exactamente lo que nos hace cambiar, si la capacidad mayor o menor que tiene cada uno de adaptarse al medio, o el grado de confianza y comodidad que el medio nos genere, o bien el miedo al rechazo, al ridículo, o qué. No lo sé, quizás no tenga sentido nada de esto y debería dejar de perder el tiempo.
Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe
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