Ayer a la noche logré una salida al teatro con el nerd, desde ya fue medio una engaña pichanga (en teoría iba a venir más gente, pero al final nadie pudo), pero bueno, la soledad genera actitudes desesperadas. Igual estuvo bien, la obra me gustó y ambos coincidimos en que su tema era la soledad. Una vez que terminó, caminamos bastante y fuimos a tomar un café, hablamos mucho, pero aún así. No sé, es raro, y lo peor es que me encanta. Debería tratarlo en terapia, ¿por qué siempre me enamoro de gente que no se interesa por mí? ¿Cómo le digo que no quiero que se cambie a los viernes, que sin él las clases de los miércoles ya no van a ser tan lindas? ¿Cómo les explico a mis amigas que me siento sola y que ninguna se da cuenta, que siento que a ninguna le importa?
Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe
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