Tengo que dejar de ver películas de amor. Dios, estúpidas comedias románticas hollywoodenses que no sirven para nada. Hoy me levanté a las dos de la tarde, sí, again estoy apática. Y no quiero. Pero al mismo tiempo no tengo ganas de salir, hablar, verme con gente que no sabe lo que me pasa, hacer que estoy bien, sobreponerme, que me digan que me extrañan cuando hace más de un mes que no nos vemos, que no me llaman, que no me conocen. Y si, es cuestión de confianza, de abrirse con el otro, lo sé, pero no tengo ganas, creo que todo lo que no se pudo abrir durante cinco años ya no va a pasar, y menos ahora que cada una está en la suya, con su propia vida. A veces me pongo a pensar por qué nunca puedo ser realmente sincera, pero todavía no lo sé. Supongo que una cadena de malas experiencias, de diferencias insalvables, esperanzas y desilusiones, dar y no recibir, creer o reventar (?). Estoy tan desencantada de todo que es horrible. Es como que perdés la inocencia. Y hoy no tengo ganas de ponerme la máscara de divertida, de cínica, de la que hace chistes y comentarios forros sobre gente que nos cae mal. Hoy es esto: la botella de agua sin gas, ensalada de frutas (se terminó el chocolate y ni ahí voy a comprar más), películas id y yo en un maratón eterno por volver a creer en el happily ever after una vez más.
Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe
Comentarios