A veces me da miedo no tener nada que hacer ahí, en el medio de todos ellos que se conocen unos con otros porque el primo del mejor amigo del hermano de su hermano, y la hija de la vecina de la tía segunda de su primo tercero, más la hermana de la compañera del jardín al que fueron cuando tenían tres años, porque después se mudaron a Londres (no, eso fue antes de Timbuktú) bla bla bla. Ellos que veranean todos los años en Punta (del Este), la Mansa, la Brava, el Disco, y el Devoto y bla bla bla. Y es entonces que me doy cuenta, justo cuando pensaba que sí, me siento cómoda, creo que no, que quizás seamos muy diferentes, que quizás nunca me sienta cómoda, en todo caso ahora veo con otros ojos a esos que entienden lo que es Albatros, Los Exquisitos, la 3. Aunque no me guste la playa, ni Punta ni Gesell (lo mío siempre va a ser Colonia y el sur), pero a los que me hablan de Carlitos, los siento más cerca.
Algo del otro que también sea mío. Para mí en el corazón somos todos parecidas/os, y decir en el corazón es como decir en el fondo, pero, en el fondo de la manera de sentir. Suelo decir que el corazón es la cárcel más común y esto significa que no sólo es el encierro sino el espacio compartido con otros. Cuando me encuentro con ese otro que me habla como desde mí, ahí me gusta lo que escribe, porque ahí me emociono. Yo me emociono con algo físico, soy pasional, no puedo emocionarme con una idea poética de una idea poética que sale de otra idea poética. Eso me aburre, es como oír una música obligadamente, no hay disfrute, me quiero ir de ese poema.
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