A veces me da miedo no tener nada que hacer ahí, en el medio de todos ellos que se conocen unos con otros porque el primo del mejor amigo del hermano de su hermano, y la hija de la vecina de la tía segunda de su primo tercero, más la hermana de la compañera del jardín al que fueron cuando tenían tres años, porque después se mudaron a Londres (no, eso fue antes de Timbuktú) bla bla bla. Ellos que veranean todos los años en Punta (del Este), la Mansa, la Brava, el Disco, y el Devoto y bla bla bla. Y es entonces que me doy cuenta, justo cuando pensaba que sí, me siento cómoda, creo que no, que quizás seamos muy diferentes, que quizás nunca me sienta cómoda, en todo caso ahora veo con otros ojos a esos que entienden lo que es Albatros, Los Exquisitos, la 3. Aunque no me guste la playa, ni Punta ni Gesell (lo mío siempre va a ser Colonia y el sur), pero a los que me hablan de Carlitos, los siento más cerca.
toda la semana luchando por levantarme temprano y finalmente el domingo (otrora día predilecto de la fiaca y el descanso) me levanto sin despertador a las 07:30 am. no voy a luchar con este signo de la adultez, lo acepto como las primeras líneas de expresión que comienzan a marcar un surco en mi frente (aún me resisto al botox aunque me hice amiga del retinol). hay algo muy bello en el silencio de las mañanas de domingo, en el sol tibio de mayo y la suavidad de esta brisa otoñal. dentro de poco, se cumplirá un año desde que me despedí de Silvestre. todavía no sé si me acostumbro a su ausencia, y a veces pienso que no lo pienso lo suficiente (nigún duelo es lineal). ¿me recordarán aunque no esté muerta? ¿y cuando ya no esté de verdad? ayer inició el ciclo de despedidas de una amiga que se muda de país para estar cerca del hombre que ama. yo también imaginé un futuro así, aunque no prosperó (ya casi no recuerdo ese momento, pero sucedió). no puedo imaginar el vértigo que implicaría ...
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