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Todo lo de anoche

... él insiste en dejarse la remera puesta; así, dice, se siente menos infiel. La declaración me causa gracia pero no sonrío. Al principio son relajantes los besos en el cuello, pero al rato no puedo mantener los ojos cerrados: la parte de arriba del placard está abierta, cuelga mi bolso, pienso en mi último viaje con... algo me molesta, mis medias con ligas son demasiado obstáculo para sus dedos y él insiste como si nada. Me resulta un poco torpe, algo violento. Le digo que me deje a mí.
   Ya no hay luz anaranjada ni de ningún tipo, aún no hubo sexo, pero él dice que esto es sólo el comienzo y, al menos, por fin estoy desnuda. Hace un comentario acerca del desorden del cuarto. Debés ser muy insegura para probarte tanta ropa antes de salir. Se ríe, pero sólo porque está nervioso (o porque dijo algo estúpido). Yo no me río aunque también estoy nerviosa o molesta o furiosa. Y luego la pregunta de si tiene preservativos cerca, él dice que en el jean. Pienso que eso es demasiado lejos, él se detiene.
    Pero las cosas pasan como tienen y porque tienen que pasar. Y lo que queda es despertar un mismo domingo por tercera vez y preguntarse si acaso no es peor que haber dormido todo el día, el hecho de despertar por el sonido disimulado de una puerta al cerrarse.

Sonia Budassi

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Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe

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