... él insiste en dejarse la remera puesta; así, dice, se siente menos infiel. La declaración me causa gracia pero no sonrío. Al principio son relajantes los besos en el cuello, pero al rato no puedo mantener los ojos cerrados: la parte de arriba del placard está abierta, cuelga mi bolso, pienso en mi último viaje con... algo me molesta, mis medias con ligas son demasiado obstáculo para sus dedos y él insiste como si nada. Me resulta un poco torpe, algo violento. Le digo que me deje a mí.Ya no hay luz anaranjada ni de ningún tipo, aún no hubo sexo, pero él dice que esto es sólo el comienzo y, al menos, por fin estoy desnuda. Hace un comentario acerca del desorden del cuarto. Debés ser muy insegura para probarte tanta ropa antes de salir. Se ríe, pero sólo porque está nervioso (o porque dijo algo estúpido). Yo no me río aunque también estoy nerviosa o molesta o furiosa. Y luego la pregunta de si tiene preservativos cerca, él dice que en el jean. Pienso que eso es demasiado lejos, él se detiene.Pero las cosas pasan como tienen y porque tienen que pasar. Y lo que queda es despertar un mismo domingo por tercera vez y preguntarse si acaso no es peor que haber dormido todo el día, el hecho de despertar por el sonido disimulado de una puerta al cerrarse.
Sonia Budassi
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