Leo blogs para no hacer un trabajo que me aburre sobremanera. En particular, leo el blog de una chica con la que hice un taller en el verano, la mayoría de los posts son viejos (más o menos como los míos), pero es raro entrar tanto en la intimidad de otro, saber cosas de su pasado que de otra manera no podría conocer. A mí no me gusta ser pública. En general no me gusta y menos en este medio. No sé bien por qué. Creo que para sentirme libre de decir cosas que de otra manera no diría. Aunque pasa el tiempo y cada vez más gente sabe que este es mi espacio y soy yo la que escribo. Unos meses atrás borré las pocas fotos de personas que había subido, no sé si todavía quedará alguna, pero creo que las saqué por completo. Cuando terminamos con ex-novio, cambié el nombre del blog, porque él lo conocía y no quería que leyera mis posibles reflexiones o relatos futuros. Y fue para mejor, creo. Además me gusta más este nombre, tiene personalidad, ponele. Incluso cuando después conocí gente que supo del blog y nos alejamos o todo terminó, ya no quise cambiar el nombre, había encontrado un lugar y no me parecía justo modificarlo para evitar a otros. La cuestión es que leía su blog, y había muchas fotos. Y comentarios sobre su vida cotidiana, sobre sus noches y sus encuentros sexuales, y me hacía pensar sobre lo tímida que soy, algo infantil quizás. Todo el discurso de que yo digo las cosas por su nombre sin miedo pero al final, no sé. Nunca entiendo muy bien a la gente que vive tan libre su sexualidad o sus relaciones o su vida amorosa, no es que lo repruebe, al contrario me asombra y un poco los envidio porque es algo que yo nunca pude hacer. Me dan pánico varias cosas, pero creo que por el primer puesto del podio compiten las cucarachas y el pánico que me da la conquista, o mas bien su contracara: el fracaso. El encuentro con el género masculino en líneas generales me espanta. Me siento bastante incompetente en el asunto. Más incapaz me siento comentándolo acá. Todos sabemos que los blogs andan en estado comatoso hace rato. A veces pienso que la gente que tiene una vida de verdad no escribe en estos medios, pero no quiero herir susceptibilidades, es una impresión mía, puedo estar equivocada y que no sea su caso, sólo mi vida tan calma que se me vuelve aburrida. Por otro lado, aunque me queje la disfruto. Me pasa de ver amigas llorar por hombres, por chicos, por relaciones y acordarme de mi triste ser que se emborrachaba en fiestas adolescentes en antros perdidos y recónditos y no reconocerme, o sí, reconocerme del todo y no poder creerlo y darme pena. Dejé de tomar alcohol la noche en que olvidé fragmentos de lo sucedido y mis amigas tardaron una hora en despertarme. Al día siguiente, claro, la peor resaca que jamás tuve ni espero volver a tener. Y entonces dije basta. Aunque nunca había sido muy crónico, pero bueno. Lo que es crónico en todo caso es lo del llanto y la miseria, o lo de sentirse menos, minusválida. Ese era y sigue siendo el problema, no el alcohol, eso era en todo caso un síntoma, un accesorio, algo eventual. Lo permanente, lo de siempre, lo que me acompaña es lo otro: la herida. Ni sé bien por qué está o de dónde viene, pero no cicatriza. O eso parece. Y a veces me da miedo que nunca suceda. Dejé terapia el último diciembre porque hacía cuatro años que iba y sentía que si bien había crecido y mejorado en aspectos varios, había otros que no iban hacia ningún lado, y no podía conmigo y con todo ese malestar. Y ahora, un año después, en un estado de ánimo penoso similar al que tenía cuando tomé la decisión de dejar, me pregunto si los años que quedan cambiaré/cambiará algo o todo esto seguirá igual. Ojalá que no. Pero no lo sé. Nunca se sabe. Y la gente te dice que sí, que cómo no, que apenas tenés veinte años, mirá si no va(s) a cambiar. No lo sé. Cada vez que alguien me dice algo así sé que debe tener razón pero para mí miente, me miente o se miente, pero al fin y al cabo da lo mismo: es mentira, todos mienten. Y yo no logro el equilibrio en mi vida. No porque piense que el orden sea (necesariamente) un factor de felicidad. Pero esto de sentirme así...no es saludable, no me hace bien. Como tampoco dormir cinco horas un día y trece el otro, y así mis semanas turbulentas de fin de año. Este 2011 fue tan largo que para mí fueron dos, de enero a junio un año, de julio hasta ahora otro. Y sólo quiero descansar, irme lejos y olvidarme de todo lo que me atormenta cada vez que me voy a dormir y doy vueltas y vueltas pensando en todo lo que debería y no hago, en todo lo que quisiera y no hay, no está.
Algo del otro que también sea mío. Para mí en el corazón somos todos parecidas/os, y decir en el corazón es como decir en el fondo, pero, en el fondo de la manera de sentir. Suelo decir que el corazón es la cárcel más común y esto significa que no sólo es el encierro sino el espacio compartido con otros. Cuando me encuentro con ese otro que me habla como desde mí, ahí me gusta lo que escribe, porque ahí me emociono. Yo me emociono con algo físico, soy pasional, no puedo emocionarme con una idea poética de una idea poética que sale de otra idea poética. Eso me aburre, es como oír una música obligadamente, no hay disfrute, me quiero ir de ese poema.
Comentarios
Me encantó este post,
vuelvo el finde y te lo comento bien.
Besote!
Qué tema el de las conquistas y los fracasos. Fracaso es una palabra muy fuerte. Se siente así, claro, ¿pero qué es exactamente un fracaso? Hay cosas que se dan y otras que no. Hay cosas que suceden y cosas que no. Cuando no sucede algo que queremos, lo llamamos fracaso. Pero «fracaso» le da una connotación que nos hace ver culpables. Culpables del objetivo no alcanzado.
¿Esto es así realmente?
Mierda, ¿pero qué importa? Si uno/a sólo quiere que suceda lo que uno/a quiere que suceda...
Una palada del peor. Sólo te pedía una palada del peor. Eso decía un cuento de Kafka.
El encuentro con el género femenino no me espanta, pero me coloca en una situación incómoda.
Es como una entrevista laboral.
Jajaja...
No todos los blogs están en estado comatoso, C. Hay algunos muy activos aún. Ojalá el tuyo resucite, porque es muy lindo.
Y definamos «una vida de verdad», jajaja... No pienso discutir ese particular sin conocer las coordenadas exactas.
Me alegro de que hayas dejado el «accesorio» del alcohol. Una sola vez, de adolescente, olvidé fragmentos de lo sucedido después de beber alcohol. Lo último que recuerdo es que estaba siendo arrastrado por dos amigos, mientras le tiraba trompadas a unas vidrieras. Luego, me despierto en la calle, junto a un puesto de diarios cerrado.
Hoy día bebo un vaso de cerveza y uno de sidra por año.
Y yo también tuve un año largo. Comenzó a mediados del 2010 y aún no terminó.
Pero las cosas pueden cambiar, C. En parte, depende de vos, claro. ¿De qué estará hecha esa herida?
Me acuerdo de mis veinte años. Te hablo como si fuese un viejo. Pero que lejos estoy de aquellos años. Nunca me sentí peor que este año. Pero no soy el mismo tipo que en aquel entonces. Tengo una mayor tolerancia y profundidad. Y una fortaleza que antes no tenía.
Vos sos una chica muy profunda. Acá, publicamente, te lo digo. Y con una gran sensibilidad. Ese es un don, una virtud; pero también tiene su contracara. Por experiencia lo digo. Pero yo te sospecho un gran potencial.
A veces el problema es un excedente de energía.
No sé si publicar este comentario, pero voy a apretar la tecla Enter.
No sé tampoco por qué no habría de publicarlo.
Creo que sueno medio... no lo sé.
Espero no te moleste nada de lo que te digo.
Me caes muy bien, C.
Desde siempre.
La vida es un día a la vez.
En fin, me gustó mucho la entrada, un abrazo y te sigo leyendo.
Ah, quizás te interesen un poco estas 2 entradas q escribí hace un tiempo, no sé si tengan algo que ver con lo que narras acá, pero de todos modos.
http://psicodeliaconceptual.blogspot.com/2011/08/alquimia-emocional.html
http://psicodeliaconceptual.blogspot.com/2011/10/la-hora-de-almorzar-esa-edad-en-que-se.html