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La muerte en un chip

Ayer llegué de mi ensayo teatral triste solitaria y aburrida. Me tomé un litro de cerveza sola y no tuve mejor idea que sentarme en la computadora y abrir el facebook (en otras palabras el peor invento humano). La siguiente mejor idea que tuve fue hablarle a un sujeto que mencioné en un post anterior, lejos y hace tiempo, que en ese entonces tenía diez años más y una novia. Bueno, los diez años más siguen intactos pero parece que la novia voló...o al menos revolotea pero ya sin nido fijo, qué sé yo. La cuestión es que este hombre me viene histeriqueando de manera sutil si se quiere, pero aún así reconocible, desde enero. A esta altura del verano, con mi vulnerabilidad a flor de piel y una botella de cerveza encima yo quise agitar las aguas y mover un poco el bote...pero me parece que me salió mal. Mi verborragia electrónica se fue de boca y pasé de la civilización a la barbarie para quedar totalmente expuesta en mis intenciones para con este hombre. Not nice. Lo sé. Si seguimos así, ni hablar de coger hasta noviembre...

Comentarios

Tomás. ha dicho que…
¿Por qué moderas los comentarios?

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Por qué hasta Noviembre? Eso no me calza. Sobre todo porque nací un Noviembre de hace tiempo, entonces es -para mí- algo así como un mes sensible.

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Para comentar, tu blog me dice con letras grandes: "ELIGE UNA IDENTIDAD".

Es un bonito gesto que tu blog me pregunte eso. Al menos eso creo.

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Cuando te leo, o bien, leo lo que escribes (ahora, por ejemplo; o también en ocasiones anteriores), siento que el mundo es un poco menos malo. No sé porqué, no preguntes, quizá si sé porqué, pero no sabría responder.

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Me gustaría ver aquella obra que me dijiste, la buscaré cuando vaya a capital federal el próximo año o cuando sea que lo haga. O trataré de viajar cuando la estén dando.

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Me da algo de pudor comentar en un espacio "tan concurrido". Por eso busqué -mientras leía- una entrada sin comentarios. Por qué ésta no la habían comentado?

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Estanque

Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe

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