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1) Yo, en la pista de manejo, al volante diciendo con voz de vieja cascarrabia por qué me parás en la mitad de la calle por qué por quéééé.

2) Yo, en la pista de manejo, con el auto subido a la vereda gritándole a mí papá NO ME DIGAS MÁS ASÍ QUE ME PONES NERVIOSA, NO PUEDO, NO PUEDO, NO QUIERO HACER MÁS ESTO  -y un púber de 16 años que desde su auto presencia la escena y se ríe de mí.

3) Yo, en la pista de manejo al ver una parejita besándose: ah, CLARO, así cualquiera, paren un poquito la mano que acá se viene a practicar conducir, EH...y la próxima get a room, forros.

4) Yo en la pista de manejo tomando una curva per-fec-tí-si-mo: aaaah, mirala a mami, cada vez me sale mejorr, atenti schumi.

5) Yo en la pista de manejo clavando tercera en una recta mientras canto hit the road Jack and don't you come back no more no more no more no moreeeeee (y le digo a mi querido progenitor que pienso que cantar me calma).

- sí, definitivamente: mi papá me ama.

Comentarios

Lunática ha dicho que…
ajjaaj Mi padre y yo en el auto no nos llevamos bien, abandoné mis ganas de aprender a manejar después de las peleas que surgían en el interior del vehículo. Algún día contrataré a un instructor y me subiré con mi progenitor cuando tooodo me salga perfecto y él no pueda decir ni ¡ah!
Saludos! (Atención en la enseñanza de las maniobras al estacionar!)
KlaurocK Suicida ha dicho que…
jajajaj maravilloso!! creo que todos estuvimos en esa situacion! o al menos quiero creerlo!

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Estanque

Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe

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