te vi pasar al pasar pasamos de largo. intercambiamos una mirada de lejos, de cerca. evité eso que evito siempre una vez más. los extraños me dan miedo. los conocidos a veces también. hoy volví a pasar a ver si pasabas de nuevo a ver si la coincidencia se volvía a producir. no sucedió. vi una luz prenderse y apagarse en la casa por donde te vi entrar ayer, y me encontré con la misma paloma que el día anterior estaba herida en la vereda, pero hoy estaba muerta. no estaba el hombre que se masturbaba en el auto frente a tu puerta. me angustié: pobre paloma y nosotros dos que no hicimos nada por ella. rodeada de moscas estaba. y me dieron ganas de llorar. no sé si por ella o un poco por mí. o tal vez por mi abuela que ayer hubiese cumplido años. pienso más en la vida últimamente, en lo que me gustaría vivir. a veces me pierdo entre tanto pensamiento, no termino de discernir entre sueño y realidad; a veces la realidad me parece toda una, igual de soñada, igual de irreal. pienso mucho en los otros, todos los extraños que me cruzo por la mañana en el transporte, en las miles de voces anónimas, y las miradas sin nombre, en los hombres que al verlos pienso que podría amarlos. pienso mucho en eso también, en ese fenómeno del amor, extraño e inexplicable, hasta impredecible me digo, y si me pusiera melosa incluso diría mágico. lo que más nos cansa no es la rutina ni despertarnos temprano y dormir poco, no, lo que más nos cansa es el hastío y la desesperanza que nos alcanza días como hoy en los que me parece verte pasar, por la calle, de la mano de un niño, pero vos estás muerto, me acordé. como todos los sueños que alguna vez tuve, como la noche que me acompañaste a tomar el colectivo y me enamoré. la lluvia trae la melancolía y recuerdo todo como si fuera ayer,
Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe
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