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Gone, play on

Nos acompañábamos. Es verdad. Así, a pesar de todo, de la distancia y lo ridículo, en cierta manera nos hacíamos compañía. Supongo que eras el mejor amigo o el novio que no tenía. Sería ingenuo de mi parte decir que estaba enamorada de vos: no, no estaba enamorada de vos -uno no se enamora de la gente que no conoce de verdad, y si se enamora, se enamora de una idea no de la persona. Quería que te enamoraras de mí, eso sí. La vanidad. El deseo (estúpido) de sentirme querida, de que me necesitaras. Significar algo para alguien, eso era, eso fue. Supongo que algo signifiqué después de todo, aunque no sea más que un par de bandas en tu extensa colección de música. Quizás ahora te pase como a mí, de escuchar cierta canción y asociarla conmigo. No lo sé, quizás no. Tal vez nunca sucedió. Es probable. Con el tiempo dejé de creerte. Con el tiempo me dejaste de importar, o de doler, porque en realidad en algún lado todavía me importa, si no, no estaría diciendo esto. No sé por qué no pudiste, por qué no pudimos. Quizás -y esto lo pienso ahora- nunca hubo un interés real por el otro, cada uno de nosotros resultaba funcional para el otro, pero no éramos más que una presencia para no sentirnos tan solos. Yo nunca te importé en realidad. Durante muchos meses guardé la ilusión de que sí, de que iba a llegar el día en que...pero no. No sucedió, nada de lo que imaginé, de lo que pensé que podía pasar(nos). Y ahora...ahora da todo un poco lo mismo. Las formas del compromiso y su final: "En realidad pienso que lo del amor para toda la vida era una cuestión...no sé, de vacío. Y por otro lado de emergencia...te veía tan mal...y por eso te cargoseaba con esa propuesta sin sentido. Vos toda la vida vas a seguir así, y yo...".

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Estanque

Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe

¿Que tiene que tener un poema para que te guste?

Algo del otro que también sea mío. Para mí en el corazón somos todos parecidas/os, y decir en el corazón es como decir en el fondo, pero, en el fondo de la manera de sentir. Suelo decir que el corazón es la cárcel más común y esto significa que no sólo es el encierro sino el espacio compartido con otros. Cuando me encuentro con ese otro que me habla como desde mí, ahí me gusta lo que escribe, porque ahí me emociono. Yo me emociono con algo físico, soy pasional, no puedo emocionarme con una idea poética de una idea poética que sale de otra idea poética. Eso me aburre, es como oír una música obligadamente, no hay disfrute, me quiero ir de ese poema.

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