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Gone, play on

Nos acompañábamos. Es verdad. Así, a pesar de todo, de la distancia y lo ridículo, en cierta manera nos hacíamos compañía. Supongo que eras el mejor amigo o el novio que no tenía. Sería ingenuo de mi parte decir que estaba enamorada de vos: no, no estaba enamorada de vos -uno no se enamora de la gente que no conoce de verdad, y si se enamora, se enamora de una idea no de la persona. Quería que te enamoraras de mí, eso sí. La vanidad. El deseo (estúpido) de sentirme querida, de que me necesitaras. Significar algo para alguien, eso era, eso fue. Supongo que algo signifiqué después de todo, aunque no sea más que un par de bandas en tu extensa colección de música. Quizás ahora te pase como a mí, de escuchar cierta canción y asociarla conmigo. No lo sé, quizás no. Tal vez nunca sucedió. Es probable. Con el tiempo dejé de creerte. Con el tiempo me dejaste de importar, o de doler, porque en realidad en algún lado todavía me importa, si no, no estaría diciendo esto. No sé por qué no pudiste, por qué no pudimos. Quizás -y esto lo pienso ahora- nunca hubo un interés real por el otro, cada uno de nosotros resultaba funcional para el otro, pero no éramos más que una presencia para no sentirnos tan solos. Yo nunca te importé en realidad. Durante muchos meses guardé la ilusión de que sí, de que iba a llegar el día en que...pero no. No sucedió, nada de lo que imaginé, de lo que pensé que podía pasar(nos). Y ahora...ahora da todo un poco lo mismo. Las formas del compromiso y su final: "En realidad pienso que lo del amor para toda la vida era una cuestión...no sé, de vacío. Y por otro lado de emergencia...te veía tan mal...y por eso te cargoseaba con esa propuesta sin sentido. Vos toda la vida vas a seguir así, y yo...".

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