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el sábado en el taller hablamos un poco de la gente que vive en pose. de los cancheros, del que pretende ser moderno y alaba mtv. el viernes vi una obra que también hablaba en algún sentido de lo mismo: la identidad y el paso del tiempo, la imposibilidad de hacer/ser todo y tener que elegir. no sé cuándo elegimos lo que elegimos, es decir, creo que es difícil darse cuenta en el momento que algo se va armando, pero al final, algo se arma.

 si pudiera te diría que no dejé de amarte, pero que te amo desde otro lugar que ya no nos une. estuve pensando en eso estos días. que el amor no se acaba, el amor fluye. y se transforma. y también te diría que tenías razón, que en un punto fui cobarde. tuve miedo de saltar y hundirme. pero ahora sé: que si me hundo vale la pena. y de ahora en más espero tener la conciencia para animarme a ser cursi y que no me importe. a no desmerecer el sentimentalismo, porque para el amor hay que creer en el acto de fe y entregarse. 

el mate ya se lavó y el domingo cae en este tono melancólico que toma la tarde. cuando sean las siete, voy a ponerme a cocinar una tarta de atún y unas lentejas. y más tarde, con la luna llena eclipsada, voy a prender una velita para agradecer y soltar. 

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Estanque

Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe

¿Que tiene que tener un poema para que te guste?

Algo del otro que también sea mío. Para mí en el corazón somos todos parecidas/os, y decir en el corazón es como decir en el fondo, pero, en el fondo de la manera de sentir. Suelo decir que el corazón es la cárcel más común y esto significa que no sólo es el encierro sino el espacio compartido con otros. Cuando me encuentro con ese otro que me habla como desde mí, ahí me gusta lo que escribe, porque ahí me emociono. Yo me emociono con algo físico, soy pasional, no puedo emocionarme con una idea poética de una idea poética que sale de otra idea poética. Eso me aburre, es como oír una música obligadamente, no hay disfrute, me quiero ir de ese poema.