He visto las patas enormes saltando al río y he visto la luz de la luna láctea a lo largo del largo hocico y he visto el cuerpo de algo fascinante y con escamas hundido en el repentino fuego de su boca, y no pude decidir cuál me quedaba más cómodamente, el poder, o la impotencia; ninguno me convencía plenamente; estaba dividida, consumida, por la empatía, la pena, la admiración. Después de un rato todo estaba resuelto, el pez se había desvanecido, el oso había desaparecido en la orilla verde entre los árboles. Y después sólo quedó esta historia. Me siguió hasta mi hogar y entró a mi casa— un huésped difícil con una melodía única que resuena todo el día, toda la noche— lenta o brutalmente, no importa, suena como un río saltando y cayendo; suena como un cuerpo que se desarma. Mary Oliver