Es el tiempo de locos que está haciendo:de repente tropieza hacia adelante, y luego se recuestaentre los pastos ralos y las flores blancas, delicadas y sin nombre.Una gente se puso a hacer ropa con eso,cosiendo la blancura de las lilas con un rayoen una encrucijada ignota. El cielollama a la tierra sorda. El desarreglo proverbialde la mañana se corrige a sí mismo cuando vos te parás.Estás vestido con un texto. Los versoscaen marchitos sobre tus cordones, y yo nunca querré ni necesitaréotra literatura que esta poesía hecha de barroy de reminiscencias ambiciosas de la época en que surgía fácilmentede lo que por entonces eran bosques y campos arados y teníauna sencilla dignidad inconsciente, a la que ahora nunca podríamos esperaraproximarnos, salvo en una quebrada muy estrecha que nadieva a ir a inspeccionar, donde quizás una última muestra de ese espécimen raroy poco interesante esté dando algún brote, al menos por lo poco que se sabe.
Ashbery
(Trad. Ezequiel Zaidenwerg)
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