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Como sabemos

Todo lo que vemos está penetrado de eso
-las copas distantes de los árboles con su aguja (tan
inocente), la escalera, el fulgor fijo de la ventana-
perforado como un colador por el mal que no es malo,
el romance que no es misterioso, la vida que no es vida,
un presente que está en otra parte.
Y después, en las pequeñas reverencias
del baile, lo codeas,
lo toqueteas. El día que hiciste eso
tuviste al fin que parar, porque hacerlo
ponía en juego toda la tela, no había otra forma de presentarse.
Doblaste las rodillas
para recoger esas joyas preciosas de agua de manantial
salpicadas sobre el musgo
y vacilaste al borde de esta
calle calma con sus veredas, su tráfico,
como si vinieran a agarrarte.
Pero no había nadie en la resolana del mediodía,
sólo pájaros como secretos a ser descubiertos
y una casa adonde ir, un día de éstos.
La luz ensombrecida entonces
fue vista como nuestras vidas,
cualquier cosa acerca de nosotros que el amor quisiera examinar,
luego dejar de lado un rato, hasta
que todo debe ser revisado, y nos volvemos
el uno hacia el otro, para el otro.
La manera en que hemos llegado es todo lo que pudimos ver
y se cuela a través de nosotros, avergonzados
de que haya tanto por decir ahora, realmente ahora.

John Ashbery

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