No, no digas nada, ya lo sé, lo supe desde siempre, ya no estabas con él pero vi que lo mirabas con esa sonrisa que tus labios rosados no me dedicaron jamás, y aunque entonces preferí creer que era una simple ilusión óptica, también sabía que debía actuar como vos, que si siquiera te temblaban los labios las noches en que salías para ver a alguien que jamás habrá sabido apreciar tus sonrisas ni las caricias de tus manos delicadas, pero eso nunca lo entendiste, nunca quisiste entenderlo, y yo tampoco terminé de entenderte, y si no te lo dije antes no fue por miedo a lo que pudiera pasar entre nosotros, sino porque nunca me gustó estar solo, y entonces por qué precipitar el devenir de un destino que, tarde o temprano, nos alcanza a todos, así que al fin dejé a tu criterio la elección del momento, de este momento, en un moderno restaurant de Puerto Madero, en esta noche cálida de enero, en que vos, como siempre, estás hermosa, vestida de blanco, como el día de nuestro casamiento, y con el...