Volví de mi escapada de tres días y tengo que admitirlo: fui feliz (posta, 72 hs de completa felicidad). Aprendí a andar en bicicleta (finally), me duele todo, tengo varios moretones, mi garganta sufre las consecuencias de todo lo que grité (aaaaaaaaaaaaaaah, zanjaaaaaa, zanjaaaaa!!!) pero nada de eso perjudicó las risas, los abrazos, los te-quiero (sí, estoy un toque cursi maricona). La cabalgata, el queso mantecoso, las empanadas, brownies caseros. Muy rico todo. Mirta Legrand y basta, me voy.
toda la semana luchando por levantarme temprano y finalmente el domingo (otrora día predilecto de la fiaca y el descanso) me levanto sin despertador a las 07:30 am. no voy a luchar con este signo de la adultez, lo acepto como las primeras líneas de expresión que comienzan a marcar un surco en mi frente (aún me resisto al botox aunque me hice amiga del retinol). hay algo muy bello en el silencio de las mañanas de domingo, en el sol tibio de mayo y la suavidad de esta brisa otoñal. dentro de poco, se cumplirá un año desde que me despedí de Silvestre. todavía no sé si me acostumbro a su ausencia, y a veces pienso que no lo pienso lo suficiente (nigún duelo es lineal). ¿me recordarán aunque no esté muerta? ¿y cuando ya no esté de verdad? ayer inició el ciclo de despedidas de una amiga que se muda de país para estar cerca del hombre que ama. yo también imaginé un futuro así, aunque no prosperó (ya casi no recuerdo ese momento, pero sucedió). no puedo imaginar el vértigo que implicaría ...
Comentarios
yo creo que tendría que existir como una quinta de reclusión atea donde no haya contacto con el mundo exterior y somos todos felices tomando sol, leyendo, comiendo, sacando fotos.
es como un rito purificador.
gracias por lo del facebook! hoy tenemos 'tratame bien' para ver, después comentamos.
un beso grande!