Carmela prepara té para dos. Ellayo. Los dos cuerpos sobre el sillón, improvisamos un juego: los ojos fijos en los ojos-reflejo, secuencia de palabras al azar, aunque sabemos que el azar también guarda sentido, como nuestros dos cuerpos enfrentados este atardecer de domingo. Carmela pregunta qué quiero escuchar y digo que lo que ella quiera, entonces ella ríe y se queja "siempre decís lo mismo". A veces pienso que ella es todo lo que yo quiero ser, pero eso no se lo digo, en cambio sólo comento "estás muy linda". Voz femenina sobre guitarra, busca tranquilidad, yo también. El aroma de jazmín y rosas comienza a evaporar mis sentidos y los pensamientos se olvidan entre sí. Sólo queda emoción, "no quiero soledad, quedate conmigo hoy". Carmela se acerca y comienza con sus caricias, "cuánta tensión", "me hacía falta un poco de vos", "de voz", luego me besa y vuelve a reír. Hay algo que nos une. Carmela le dice desencanto, yo lo llamo amor.
Algo del otro que también sea mío. Para mí en el corazón somos todos parecidas/os, y decir en el corazón es como decir en el fondo, pero, en el fondo de la manera de sentir. Suelo decir que el corazón es la cárcel más común y esto significa que no sólo es el encierro sino el espacio compartido con otros. Cuando me encuentro con ese otro que me habla como desde mí, ahí me gusta lo que escribe, porque ahí me emociono. Yo me emociono con algo físico, soy pasional, no puedo emocionarme con una idea poética de una idea poética que sale de otra idea poética. Eso me aburre, es como oír una música obligadamente, no hay disfrute, me quiero ir de ese poema.
Comentarios
Que ganas de vivir un domingo como esos. Un beso!