Te vi, estabas más alto (mucho más alto), el pelo rubio un poco más oscuro, tenías una remera negra y pantalones claros, ibas con un Golden Retriever (eso me lo dijo papá, yo no sé nada de razas caninas), antes no tenías perro, quedaban bien juntos, entraste a la heladería y lo ataste a un poste de luz, cuando volviste él te sonreía, y vos también sonreías al acariciarlo, se te veía bien, incluso lejos como estaba y todo, creo que todavía pude ver algo del chico que conocí, yo también sonreí, qué sera de vos después de todos estos años. Cómo es que el tiempo nos cambia tanto.
toda la semana luchando por levantarme temprano y finalmente el domingo (otrora día predilecto de la fiaca y el descanso) me levanto sin despertador a las 07:30 am. no voy a luchar con este signo de la adultez, lo acepto como las primeras líneas de expresión que comienzan a marcar un surco en mi frente (aún me resisto al botox aunque me hice amiga del retinol). hay algo muy bello en el silencio de las mañanas de domingo, en el sol tibio de mayo y la suavidad de esta brisa otoñal. dentro de poco, se cumplirá un año desde que me despedí de Silvestre. todavía no sé si me acostumbro a su ausencia, y a veces pienso que no lo pienso lo suficiente (nigún duelo es lineal). ¿me recordarán aunque no esté muerta? ¿y cuando ya no esté de verdad? ayer inició el ciclo de despedidas de una amiga que se muda de país para estar cerca del hombre que ama. yo también imaginé un futuro así, aunque no prosperó (ya casi no recuerdo ese momento, pero sucedió). no puedo imaginar el vértigo que implicaría ...
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besos C.