Con el sol que pega sobe Buenos Aires, sobre mi balcón, sobre mi rostro, con los ojos cristalinos y con ganas de llorar, le doy play a la canción que escuchábamos juntos cuando éramos más jóvenes y las tardes eran largas, y yo te amaba, o al menos eso creía. Cuando el hastío no había invadido todo y lo que decías todavía me parecía interesante y vos tan lindo. Después sobrevino el invierno y las cosas empezaron a marchitarse, a perder encanto, y si bien en la primavera algo amagó florecer, con el tiempo cada palabra que pronunciabas comenzó a resultarme estúpida y más tarde todo lo que yo te decía era hiriente. Entonces todo intento resultaba vano para remontar algo que ya no tenía arreglo. Pasó el verano y el final era inminente pero dolía dejarte ir y enfrentarme a la incertidumbre de saberme sola. Hoy celebro mi decisión: mi cobardía no valía tu dolor. Aunque a veces sufra mi soledad, hay que aprender a vivir con uno mismo, me digo, y eso pienso, o intento creer, me repito cuando miro en retrospectiva y no encuentro el punto exacto en que las cosas empezaron a andar mal. Y ahora, que no hay nadie, que no hay ilusiones ni expectativas sobre nada, miro hacia delante y me da un poco de miedo, sí. Y otro poco de curiosidad, y a veces me entusiasmo, o me miento esperanza y me digo que lo mejor está por llegar. Que la vida es larga y que hay miles de cosas por descubrir. Y sí. Pero también está eso otro, y las dos cosas conviven en nuestra realidad. Hay soles luminosos, brillantes, y hay lluvia interior. Hay nubes que opacan el lila de los jacarandás y cualquier sonrisa que nos puedan dar, aunque el otoño sea bello y todo se sienta mejor ahora que varios otoños atrás.
toda la semana luchando por levantarme temprano y finalmente el domingo (otrora día predilecto de la fiaca y el descanso) me levanto sin despertador a las 07:30 am. no voy a luchar con este signo de la adultez, lo acepto como las primeras líneas de expresión que comienzan a marcar un surco en mi frente (aún me resisto al botox aunque me hice amiga del retinol). hay algo muy bello en el silencio de las mañanas de domingo, en el sol tibio de mayo y la suavidad de esta brisa otoñal. dentro de poco, se cumplirá un año desde que me despedí de Silvestre. todavía no sé si me acostumbro a su ausencia, y a veces pienso que no lo pienso lo suficiente (nigún duelo es lineal). ¿me recordarán aunque no esté muerta? ¿y cuando ya no esté de verdad? ayer inició el ciclo de despedidas de una amiga que se muda de país para estar cerca del hombre que ama. yo también imaginé un futuro así, aunque no prosperó (ya casi no recuerdo ese momento, pero sucedió). no puedo imaginar el vértigo que implicaría ...
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