Con el sol que pega sobe Buenos Aires, sobre mi balcón, sobre mi rostro, con los ojos cristalinos y con ganas de llorar, le doy play a la canción que escuchábamos juntos cuando éramos más jóvenes y las tardes eran largas, y yo te amaba, o al menos eso creía. Cuando el hastío no había invadido todo y lo que decías todavía me parecía interesante y vos tan lindo. Después sobrevino el invierno y las cosas empezaron a marchitarse, a perder encanto, y si bien en la primavera algo amagó florecer, con el tiempo cada palabra que pronunciabas comenzó a resultarme estúpida y más tarde todo lo que yo te decía era hiriente. Entonces todo intento resultaba vano para remontar algo que ya no tenía arreglo. Pasó el verano y el final era inminente pero dolía dejarte ir y enfrentarme a la incertidumbre de saberme sola. Hoy celebro mi decisión: mi cobardía no valía tu dolor. Aunque a veces sufra mi soledad, hay que aprender a vivir con uno mismo, me digo, y eso pienso, o intento creer, me repito cuando miro en retrospectiva y no encuentro el punto exacto en que las cosas empezaron a andar mal. Y ahora, que no hay nadie, que no hay ilusiones ni expectativas sobre nada, miro hacia delante y me da un poco de miedo, sí. Y otro poco de curiosidad, y a veces me entusiasmo, o me miento esperanza y me digo que lo mejor está por llegar. Que la vida es larga y que hay miles de cosas por descubrir. Y sí. Pero también está eso otro, y las dos cosas conviven en nuestra realidad. Hay soles luminosos, brillantes, y hay lluvia interior. Hay nubes que opacan el lila de los jacarandás y cualquier sonrisa que nos puedan dar, aunque el otoño sea bello y todo se sienta mejor ahora que varios otoños atrás.
Algo del otro que también sea mío. Para mí en el corazón somos todos parecidas/os, y decir en el corazón es como decir en el fondo, pero, en el fondo de la manera de sentir. Suelo decir que el corazón es la cárcel más común y esto significa que no sólo es el encierro sino el espacio compartido con otros. Cuando me encuentro con ese otro que me habla como desde mí, ahí me gusta lo que escribe, porque ahí me emociono. Yo me emociono con algo físico, soy pasional, no puedo emocionarme con una idea poética de una idea poética que sale de otra idea poética. Eso me aburre, es como oír una música obligadamente, no hay disfrute, me quiero ir de ese poema.
Comentarios