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A mí me gusta la noche, me gusta la trifulca. Me gusta rozar y no entender, sentir telas y estar confundida, un calor en una tela, un olor, aroma, algo. Y la saliva y el peso, el peso del cuerpo, del otro, contra la ropa cuando hace frío, todo eso atrapado ahí en una tela, eso que es de alguien, eso que es alguien, esto que hace todo tan hipnótico. Ver gente en la oscuridad, ver en la oscuridad que altera tanto la percepción, arroparse en la oscuridad, contra alguien, contra algo, una espalda, un pecho, algo que envuelva/envolvente, decir cositas, pocas, entre besar y besar, volver a la boca del otro como una estocada, una nueva, renovada, volcarse hacia el otro, sobre, recuperar la boca, esa, una, una vez más y empezar todo de nuevo, todo de nuevo, la lengua, el olor de la boca y del contorno, del contorno de esa boca, no todas las salivas se secan por igual. No, para nada, un augurio, un auspicio, perder la noción de las partes del otro, de dónde están, de cómo se distribuyen, qué parte de la cara es cuál, cuál parte de la boca es qué, diferencia de tamaños, distorsión de tamaños, de proporciones y espacio, distorsión de una mejilla contra otra, cerca lejos en, lo áspero, lo que no lo es. Lugares nocturnos llenos de humo y cuerpos y posibilidades, aunque no siempre, pero la proximidad y ese arrastrarse, arrojarse hacia, contra esos otros cuerpos y a veces, y de a momentos, entrar, entrarle, a eso, a todo, ir. 
Romina Paula 

Comentarios

José A. García ha dicho que…
Bueno... Lo que se dice siempre en estos casos (y para disimular la falta de inspiración), sobre gustos...

Saludos!

J.
c. ha dicho que…
recomendamos la lectura del libro ("¿Vos me querés a mí?")

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Estanque

Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe

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Algo del otro que también sea mío. Para mí en el corazón somos todos parecidas/os, y decir en el corazón es como decir en el fondo, pero, en el fondo de la manera de sentir. Suelo decir que el corazón es la cárcel más común y esto significa que no sólo es el encierro sino el espacio compartido con otros. Cuando me encuentro con ese otro que me habla como desde mí, ahí me gusta lo que escribe, porque ahí me emociono. Yo me emociono con algo físico, soy pasional, no puedo emocionarme con una idea poética de una idea poética que sale de otra idea poética. Eso me aburre, es como oír una música obligadamente, no hay disfrute, me quiero ir de ese poema.