Hoy fue mi último día oficial de cursada. Si todo sale bien, el año que viene me encontrará como Licenciada, así, con todas las letras. No sé cómo explicar todo lo que sentí en estas semanas de final inminente. Diría que la vida me emociona -por más cursi que suene. Porque siempre pienso en el tiempo, que se va y no vuelve, pero todos estos días ese pensamiento fue aún más recurrente todavía. La vida pasa, y no deja de conmoverme.
Cada cosa viva o muerta que el mundo rechaza se reúne: las raíces de los árboles secos que siguen profundamente agarradas a un suelo que ya no las retiene, el moho que al crecer parasita el tallo de la planta joven, el perro moribundo tirado al costado de la ruta, las ramas más jóvenes del ceibo que el temporal derriba, la serpiente de coral emboscada por la fiera, que se repliega sobre sí y permanece quieta como si fuera su propia cáscara vacía en el monte espeso. Para quienes fueron dañados, todo lo que llega después del daño es una gracia. Alguna vez vadearon la vida como si fuera un estanque lleno de alimañas, peligroso en la superficie y en el fondo, hecho para el lucimiento de los intactos y los fuertes. Los que no tienen nada que perder entienden la serenidad con que la materia cesa de resistirse al fin a ser vencida. No hay debilidad ni cobardía en ese dejarse ir que aún en medio del dolor crea puntadas de consuelo: quien fue lastimado una y otra vez sabe
Comentarios
Odio los finales, pero bueno, siempre son necesarios para dar paso a algo nuevo.
Ahora tenés que cambiarle el título al blog: "Sin yelmo, sin armadura, pero con licenciatura" :p