Culpo a los libros y culpo
la aparente realidad de las películas
y culpo a los músicos y culpo
a los poemas que dicen con palabras:
éste es el mundo
y culpo a la memoria cuentacuentos
que siempre jala agua a su molino
y culpo a las anécdotas y a todo
lo que tiene alguna forma, algún sentido
planteamiento y nudo y desenlace
y cierta perspectiva protagónica
y villanos y grandezas decididas
y soundtracks y formato de pantalla
y luces adecuadas y las miras
de planos bien trazados y bien nítidos
que sugieren que todo lo que pasa
por algo pasa (hacia adelante y hacia atrás)
y que cada momento que vivimos
es un lúcido momento narrativo
planeado por un hábil dramaturgo
que no ha dejado nada a la fortuna
y escoge con destreza sus palabras
y benévolo comparte nuestro afán
de que todo lo que hagamos y nos pase
tenga algún significado
y le subyazca una Idea
y esté fraguando un clímax ostentoso
en el que algo elevadísimo se exprese
y que mirados desde fuera
tendríamos fascinado a nuestro espectador
embebido en descifrar nuestras acciones
el símbolo total de nuestras almas
y los culpo porque es culpa de ellos
de los libros, los poemas, las películas
que no sepamos qué hacer
y nos sintamos excelentemente estúpidos
cuando una despiadada epifanía
nos permite entrever obscenamente
que nuestras vidas nunca satisfacen
las sensatas exigencias narrativas
de Aristóteles en la Poética
ni las de nadie más
y por ende nuestras vidas nunca son
ni comedia ni tragedia
ni bestseller ni blockbuster
y no hay héroe ni hay frases para el trailer
ni final feliz ni final triste ni final
que no hay espectador ni a quién le importe
que nada está queriendo decir algo
que las cosas sólo están y son y pasan
y que somos muy cómicos al querer ser trágicos
y que sólo somos trágicos queriendo reírnos del asunto
y que ésa es tal vez la mayor cercanía posible
entre la vida y la poesía
y con todo y esto hay algo aún más ridículo:
aquí estoy yo contando silabitas.
a los poemas que dicen con palabras:
éste es el mundo
y culpo a la memoria cuentacuentos
que siempre jala agua a su molino
y culpo a las anécdotas y a todo
lo que tiene alguna forma, algún sentido
planteamiento y nudo y desenlace
y cierta perspectiva protagónica
y villanos y grandezas decididas
y soundtracks y formato de pantalla
y luces adecuadas y las miras
de planos bien trazados y bien nítidos
que sugieren que todo lo que pasa
por algo pasa (hacia adelante y hacia atrás)
y que cada momento que vivimos
es un lúcido momento narrativo
planeado por un hábil dramaturgo
que no ha dejado nada a la fortuna
y escoge con destreza sus palabras
y benévolo comparte nuestro afán
de que todo lo que hagamos y nos pase
tenga algún significado
y le subyazca una Idea
y esté fraguando un clímax ostentoso
en el que algo elevadísimo se exprese
y que mirados desde fuera
tendríamos fascinado a nuestro espectador
embebido en descifrar nuestras acciones
el símbolo total de nuestras almas
y los culpo porque es culpa de ellos
de los libros, los poemas, las películas
que no sepamos qué hacer
y nos sintamos excelentemente estúpidos
cuando una despiadada epifanía
nos permite entrever obscenamente
que nuestras vidas nunca satisfacen
las sensatas exigencias narrativas
de Aristóteles en la Poética
ni las de nadie más
y por ende nuestras vidas nunca son
ni comedia ni tragedia
ni bestseller ni blockbuster
y no hay héroe ni hay frases para el trailer
ni final feliz ni final triste ni final
que no hay espectador ni a quién le importe
que nada está queriendo decir algo
que las cosas sólo están y son y pasan
y que somos muy cómicos al querer ser trágicos
y que sólo somos trágicos queriendo reírnos del asunto
y que ésa es tal vez la mayor cercanía posible
entre la vida y la poesía
y con todo y esto hay algo aún más ridículo:
aquí estoy yo contando silabitas.
Juan Carlos Garzón
Comentarios