La hamaca te llevaba y te traía en la tarde. Lo recuerdo como si no te estuvieras por ir a Alemania para hacer algo con tu vida, como decías vos. Yo te veía ir y venir, y tenía la impresión de que le robabas algo al tiempo, buscando las pruebas de su existencia porque ¿quién entiende bien cómo pasa tan rápido una tarde o un año? De vuelta en casa, preparaste un submarino, tus ojos parecían los de una fiera dando vueltas alrededor del fuego. En ese momento sentí oscuramente que aquello que podríamos llamar “aprovechar el tiempo”, para vos era una abstracción, un vaivén que no nos toca, y entonces pensé: ¿Por qué no ver al tiempo como otra barra de chocolate disolviéndose en tu taza, como algo que una cucharita podría atravesar una y otra vez dejándonos un resto dulce en las tazas aún tibias? Tomás Maver